Después de mi visita a Villa Grimaldi, una amiga me dice que Matta hace la guía siempre de la misma manera; se para en el mismo lugar, relata los mismos hechos, llora en el Muro de los Nombres.

nunca Más! una y otra vez.

Algunos comentaristas consideran que esto es un tanto extraño, como si la rutina hiciera que la emoción sea sospechosa ¿Son las lágrimas de verdad?, ¿siempre?, ¿hay algo falso acerca de su performance? ¿es Matta un sobreviviente profesional del trauma? Pero la recreación, en mi opinión, es fundamental tanto para el trauma como para el performance.

El trauma, como el performance, tiene como esencia la repetición, “nunca por primera vez.” (Schechner 1985, 36)

Hablamos de un trauma sólo cuando el evento no se puede procesar y produce las consecuencias características. El trauma, como el performance, siempre es experimentado en el presente. Aquí. Ahora.

Los estudios muestran que el trauma establece nuevas huellas de memoria. Los neurocientíficos sugieren que estos caminos son fisiológicos a la vez que materiales, fijados en el cerebro como un circuito específico moldeado por neuronas. Estar en una situación puede provocar automáticamente ciertos comportamientos, a menos que otras huellas de memoria se establezcan para reemplazarlos (Gallese 2007). Una señal puede enviar de pronto a la mente a otro espacio y a otro tiempo que son experimentados como un presente visceral e inmediato. El objetivo de los diversos tipos de tratamientos, como la terapia de inmersión y la realidad virtual, es exponer de manera gradual y cuidadosa a la gente al lugar o a la cosa que les traumatizó, hasta que puedan separar la señal del ataque emocional incontrolado. Por ejemplo, para las personas atrapadas en las vías de paso del World Trade Center mientras se derrumbaba, las escaleras pueden adquirir una dimensión aterradora que hace que les sea difícil, o incluso imposible, usar escaleras o tomar ascensores. La esperanza es que en un tiempo lleguen a sentir que las escaleras no son en sí mismas peligrosas o potencialmente mortales. Más aún, es posible que puedan acceder a los recuerdos de ese día cuando ellos decidan, sin ser abrumados y desorientados por sentimientos y pensamientos intrusivos. Las viejas señales dejan de transportar a la persona de vuelta a la lesión traumática.

Para un sobreviviente de tortura, volver al campo de tortura es una re-entrada intencional a un pasaje de recuerdos doloroso. La memoria, sabemos, está vinculada al lugar–una razón clara de por qué ese lugar necesita no sólo existir, sino que estar marcado para que la violencia sea reconocida. Para cualquier guía, la rutina tiene una función mnemotécnica—la gente puede recordar ciertos eventos asociándolos con un lugar (Abercrombie 1998). A través del recorrido, por medio del acto de caminar, el cuerpo recuerda. Matta, en mi opinión, ha sido capaz de separar algunas de las experiencias traumáticas de su vida cotidiana, eligiendo encontrarse con ellas, e incluso permitiéndose sentirlas en ambientes seguros tales como las visitas guiadas. Estos “tours” le dan una vía para mantener su pasado vivo pero bajo control. Un cambio en su rutina bien podría cambiar el afecto. Pero la rutina también protege contra afectos inesperados—los sobrevivientes a menudo pueden recordar algunos aspectos de su tormento y no otros; hay algunos lugares (literal y fisiológicamente) a los que nadie se atreve a ir.

Para Matta, tanto víctima como testigo, el trauma es un performance de larga duración. Su experiencia no dura dos horas, ha durado años, desde que fue desaparecido por las fuerzas armadas. Sus reiterados actos de conducir personas por los caminos, caracterizan al trauma y a las acciones estimuladas por el trauma para canalizar y aliviar. Como a las Madres de la Plaza de Mayo, el tour ritual le ofrece tanto consuelo personal como venganza. La memoria es una herramienta y un proyecto político: un homenaje a aquellos que se han ido y un recordatorio para los que escuchan que los victimarios se han salido con la suya. Su tour, como la marcha de las Madres, da testimonio de lo que es espectacularizado—una sociedad en la que los sistemas judiciales no pueden llevar a los culpables ante la justicia—y lo que es invisibilizado—los sistemas económicos rapaces que desaparecen a ciertas poblaciones. Sin embargo, el recorrido, al igual que la marcha, también hace visibles los caminos de la memoria que conservan otra topografía del lugar y de la práctica, no de terror sino de resistencia—no sólo la voluntad de vivir, sino también la de mantener viva la memoria.

Matta, por supuesto, ha sido fundamental en la construcción de la evidencia—ha investigado y ayudado a recopilar la información de lo que sucedió en Villa Grimaldi, trabajando para preservar el espacio como un sitio conmemorativo. Él ayudó a construir la maqueta; escribió y publicó el folleto, Un paseo a través de un centro de tortura del siglo XX. Ha participado activamente en la creación de los marcadores materiales externos que designan a este como un “sitio oscuro”. Incluso se ha preparado para visitas en las que él no esté presente. El libro traza cada movimiento; las imágenes brutales en los márgenes hacen visibles cada práctica: “Aquí la tortura comenzó…”. El libro, dada la naturaleza de los medios impresos, cuenta la misma historia de la misma manera cada vez. Describe la ruta y el número de paradas—aquí personas fueron torturadas con electricidad …. Los números en el libro—al igual que una guía turística—se alinean con el mapa. En realidad, es un mapa doble: una capa muestra el campo de tortura, mientras que otra capa—una lámina semitransparente de papel cebolla— esboza el Parque de la Paz, con el pabellón, la fuente, y los lugares de interés numerados: “almacenamiento de bienes confiscados” y “sitios de ejecución”. Una línea de puntos de color rojo esboza el recorrido exactamente como Matta lo lleva a cabo. Este rastro es, entonces, el trauma que se hace visible en el archivo, previsto por Matta para sobrevivirlo y para transmitir significado a aquellos que vengan después a visitar el espacio.

Estar en el sitio con Matta, sin embargo, es una experiencia poderosa y única para mí aún si se trata de una performance repetida para él. ¿Qué espera de mí el performance de Matta como audiencia o como testigo?, ¿qué significa ‘ser testigo’ y el hecho de estar en un lugar? Él necesita a otros (en este caso a mí ) que reconozcan lo que ocurrió allí y así completen la tarea de dar testimonio. Ser testigo, vinculado al verbo transitivo ‘atestiguar,’ define tanto el acto, como a la persona que lo lleva a cabo; el verbo precede al sustantivo: es a través del acto de dar testimonio que nos convertimos en testigo. La identidad se construye en la acción. Somos a la vez el sujeto y el producto de nuestros actos. Matta es el testigo para aquellos que ya no están vivos para contar; es el testigo de sí mismo mientras habla de su propio experiencia; es un testigo en un sentido jurídico, habiendo presentado cargos contra la dictadura de Pinochet. Él es también el objeto de mi testimonio—necesita que yo reconozca por lo que él y otros pasaron en Villa Grimaldi. La transitividad de atestiguar nos une—esa es una de las razones por las que Matta necesita juzgar la naturaleza de su audiencia. El activismo impulsado por trauma (como el trauma en sí mismo) no puede ser simplemente hablado o conocido; necesita ser promulgado, repetido y exteriorizado a través de la práctica encarnada.

La tortura, por supuesto, produce lo contrario que el testimonio: silencia, rompe los lazos personales y sociales, y despoja de todo sentido de comunidad y responsabilidad. La tortura aísla y paraliza a las víctimas y a los presentes, que están tentados a mirar hacia el otro lado. “Percepticidio” he llamado a esto en otras partes (Taylor 2007, 119). Esta es la razón por la que regímenes siguen practicando la tortura a pesar de que saben que no recibirán ninguna información “accionable.” Es la falta de acción lo que buscan. Mi tarea, como yo lo entiendo, es tomar acciones (quizás con “a” minúscula, en oposición a la falta de acción), para reconocer la violencia generada por nuestros gobiernos, para seguir a Matta en su recreación, para hacer conexiones con otros eventos, para escribir sobre el lugar, o donar dinero, o traer a otras personas.

Aun así, puedo entender mejor lo que Matta está haciendo aquí que lo que yo estoy haciendo aquí.

Me pregunto acerca del aura y me preocupo por el voyerismo y el turismo (oscuro) (Sion 2014). ¿Es Matta el medio que me acerca a lo más posible a esa violencia impronunciable? Si es así, ¿con qué fin? Esto también tiene múltiples capas en la medida en que lo personal, interpersonal, social y político se unen. Caminando a través de Villa Grimaldi con Matta, los enormes problemas de violaciones de derechos humanos y crímenes contra la humanidad—demasiados grandes y generales en cierto nivel—toman una forma inmediata y encarnada. Nos permite, parafraseando a Fredric Jameson, “insertarnos, como sujetos individuales, en una realidad fuera de nosotros mismos, cada vez más masiva e impersonal o transpersonal”(Jameson 1992, 54). En nuestra vida cotidiana, no tenemos manera de hacer frente a los actos de violencia que rompen los límites de nuestra comprensión. Todos vivimos en la proximidad de la violencia criminal, y aunque algunos de nosotros la hemos sentido de manera más personal que otros, esta violencia nunca es sólo personal. Ésta es la fuerza y la debilidad de este tipo de conmemoración: es tan personalizada y concentrada que tiende a centrarse sólo en las víctimas y en el espacio designado. Pero si nos centramos sólo en el trauma personal, arriesgamos dejar de lado lo político. Parados ahí, juntos, trayendo los edificios y las rutinas de vuelta a la vida, damos testimonio no sólo de la pérdida personal, sino de un sistema de relaciones de poder, jerarquías y valores que no sólo permitieron, sino que requirieron de la destrucción de otros.

El folleto de Matta nos dice que “siente un fuerte deseo de transformar la historia en recuerdo.” Le da vida al pasado a través del performance de su recorrido. Sin embargo, también el trauma mantiene vivo el pasado en Matta—el futuro no es una opción para él, en tanto Terranova continúe convocándolo a ese lugar. El “futuro,” de hecho, puede ser un proyecto muy diferente. En el mejor de los mundos posibles, el futuro significaría convertir esta memoria en historia; el testimonio del recorrido en archivo de evidencia; la admonición personal de Matta, en acusaciones formales jurídicamente vinculantes contra los autores; y a los visitantes en testigos, activistas de derechos humanos y votantes. Alguien, tal vez alguien que nunca ha sido torturado, lideraría el recorrido, con o sin la guía de Matta. Pero este futuro se basa en un pasado en el que se ha hecho justicia y en el que el trauma ha sido trascendido o resuelto. Ese futuro está fuera de vista, a pesar de que la flecha nos señala hacia la fuente que simboliza “la vida y la esperanza”. El recorrido no nos ofrece el final de la memoria traumática o el final del performance. Mirando hacia abajo seguimos a Matta mientras negocia este espacio de transición entre el recuerdo y el proyecto de futuro.