Photo: Diana Taylor, 2012.

2012: He oído que las renovaciones en Villa Grimaldi se habían completado bajo el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, dos meses antes de que acabara su mandato. Ella misma es una víctima de detención y tortura en Villa Grimaldi; su padre fue un general asesinado por Pinochet. El espacio había sido renovado y equipado con un centro educativo y de recursos. Una audio guía estaba disponible en varios idiomas. Claramente, era hora de volver—esta vez sin un sobreviviente—para tratar de entender cómo la presencia y la voz afectaron mi comprensión del espacio. Al igual que antes, los taxistas no sabían nada sobre el lugar y, finalmente, uno simplemente me dejó en la dirección en la calle José Arrieta. El exterior se veía muy diferente, más institucional, aunque discreto. En el interior, el cartel casero en la puerta recordando cómo comportarse ya no está. Una base de acero traza la línea de tiempo.

¿Cuál es la audiencia o visitante planeados para este espacio renovado?

Villa Grimaldi, percibí, se había incorporado a la industria internacional de los sitios conmemorativos. De esta manera, otra capa se ha añadido al sitio. Una mujer joven me entregó los auriculares y el transmisor en el nuevo centro de recursos y elegí el tour en español. La habitación tenía libros y cuadros dando información—una lista de los centros de detención en Santiago y la identificación de algunos de los oficiales que trabajaban allí. Al igual que antes, no había nadie allí, y le pregunté a la persona en el centro de recursos si se me permitía mirar adentro de los edificios nuevos. Ella dijo que no había nadie que me los pudiera mostrar, pero percibiendo mi decepción, me entregó las llaves y me pidió que cerrara y se las trajera de vuelta cuando hubiera terminado. Incluso sin el cartel indicando cómo comportarme, las llaves en el llavero en forma de corazón me hicieron sentir muy responsable.

Photo: Diana Taylor, 2012.

Me puse los auriculares y comencé mi caminata. La tranquila y rítmica voz de la desconocida mujer “guía”—me enteré después—pertenecía a una conocida actriz de telenovelas chilenas. Pero sin saber eso, supuse que la joven y fresca voz no había sido tocada por la violencia que estaba describiendo. Las instrucciones eran claras desde el principio—me debo mover a los diferentes puntos que señala la audio guía, marcados en un mapa fotocopiado.

Photo: Diana Taylor, 2012.

El recorrido siguió la misma ruta tomada por Matta—la maqueta del campo había sido reemplazada por una nueva y reluciente réplica hecha a máquina.

Todo era quebradizo y de color blanco, como un congelador. Reconocí las estructuras, pero no el sentimiento afectivo. Se había drenado de color, drenado de su historia humana.

Era un tipo diferente de vacío al que había sentido la primera vez que fui—la brutalidad de la demolición había sido sustituida por la negación de la vida misma.

Me muevo hacia la puerta de hierro cerrada, pero ahora, por mi cuenta, me detengo a mirar por la abertura.

Ahora los puntos designados para detenerse están marcados con unas placas con los números de audio y nuevos marcadores de azulejos, promulgando tanto el mandato de “clavar” la memoria en un lugar y a la vez, en actualizar su transmisión.

Photo: Diana Taylor, 2012.
Photo: Diana Taylor, 2012.

Pero hay algunos edificios nuevos, cerrados. Uno, en forma de cubo, me llama la atención. Encuentro la llave y entro. Las cajas de vidrio que adornan la longitud del edificio exhiben piezas de metal que los militares ataban a los cuerpos que arrojaron en el océano, para que no flotaran. El botón acentuado por una lupa ofrece prueba—sí es que todavía se necesita—de lo que pasó con los cuerpos. Vuelvo a salir. Ahora el sitio está mucho más ordenado, los senderos están claramente marcados e iluminados—se ve algo de la belleza de la villa del siglo XIX, restaurada con piscinas y múltiples fuentes. El sitio se ha integrado, visual y políticamente, a los alrededores del vecindario. Las casas vecinas son claramente visibles. Su vista del “parque” debe ser muy agradable. El sitio de la tortura ha sido domesticado—el dolor visceral que sentía con Matta ha dado paso al reposo. Esto transmite claramente el sentido de un momento político diferente. Con la apertura del nuevo Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos ese mismo año, se observa que la impugnación ha dado paso a un momento de aceptación y conmemoración.

Más tarde, cuando me asomo detrás de los edificios, veo todos los materiales originales hechos a mano amontonados bajo unas lonas, en un cobertizo detrás de un edificio. Los nombres de los muertos sangran en el cartel que nos recuerda que “el olvido está lleno de memoria”. La memoria, claramente, también está llena de olvido.

Photo: Diana Taylor, 2012.

Los nombres de los muertos sangran en el cartel que nos recuerda que “el olvido está lleno de memoria”. La memoria, claramente, también está llena de olvido. Memory, clearly, is also full of forgetting.

Photo: Diana Taylor, 2012.

Me siento muy sola mientras continúo el recorrido y, como antes, me pregunto qué estoy haciendo allí. Si Matta me necesitaba para presenciar y acompañar, ahora me doy cuenta de lo mucho que lo necesitaba para experimentar Villa Grimaldi. Busco a tientas los botones de la grabadora digital y me siento tonta con los audífonos, a pesar de que el sitio está vacío. Me impaciento cuando la voz me describe, a través de datos, los actos políticos que llevaron a la creación de este centro de tortura. Los detalles—los nombres de los generales, las organizaciones, y todos los detalles—me sobrepasan. Me siento frente a frente con la “Historia”, pero extraño la escala humana. Me siento tentada a sacarme los audífonos, pero resisto la tentación. Cuando el segmento de audio llega a su fin, me detengo, busco en el mapa la próxima “parada” y me dirijo hacia ella.

La voz sin cuerpo cambia radicalmente mi experiencia de estar en el lugar. Sola, no respondo y, tal vez en relación a esto, me siento menos responsable. No hay previsto un “yo” o un “mí” en esta audio guía, ningún ser humano que me interpele ni que me haga sentir en parte responsable por lo que sucedió. El pacto comunicativo es entre dos desconocidos, que participan en este proyecto por razones que permanecen inexploradas. En lugar de acercarnos el pasado, y de hacer evidentes las redes que nos unen no sólo afectiva sino también políticamente, el audio cierra (y bloquea) las puertas hacia el pasado. Desde un ahora seguro, entro a una tierra distante en el tiempo y en el espacio. Mientras escucho, sé que este es el lugar donde sucedieron los hechos, pero me resulta difícil de conectar o imaginar.

Sigo caminando. La voz suave y quebradiza del audio, cuyo relato está basado en un gran número de testimonios, da mucho más detalles de los que ofreció Matta. Hay más fechas, cifras, hechos. La separación de los datos en pedazos cortos hace sentido, por supuesto, suponiendo que el oyente tendrá tiempo para transitar de un lugar a otro. Vago por el espacio mientras escucho y me siento con la libertad de caminar y mirar—esta vez— dentro de las Casas Chile. Tomo una fotografía y me pregunto qué estoy haciendo. ¿La foto demuestra que estoy aquí? ¿O que estuve allí? Pero, ¿dónde? Esta réplica no formó parte del centro de torturas que aparentemente estoy visitando, sabiendo muy bien que el centro de detención, los objetos, y las personas se han ido. Continúo en el camino señalado y escucho. Los segmentos son inquietantes, no sólo en su contenido sino en su fragmentación. Empiezan y terminan abruptamente, a menudo después de una imagen particularmente interesante o inquietante.


Patio de los Abedules—a los hombres se les permitía sentarse en el banco al aire libre durante pocos minutos al día, bajo una estricta supervisión. Debido a que no podían ver, dependían del sentido del olfato y desarrollaron un código secreto de sonidos para comunicarse. ¡Espere, quiero saber más! Pero el audio se apaga.


celdas y cuartos de tortura… Las celdas de mujeres tenían una ventana pintada de negro a través de la cual, sin embargo, podían ver a los hombres que eran llevados a los cuartos de tortura. Podían identificar a los hombres y a sus torturadores. En la puerta siguiente a sus celdas estaba el cuarto llamado la parrilla, donde los prisioneros eran desnudados y atados a la cama metálica para ser torturados con electricidad. Fin de la sección. ¡No me dejes así!


El mismo tono controlado habla de brutalidades inimaginables y describe una mujer cautiva con una voz como la de Edith Piaf que cantó para ahogar los gritos de la tortura. No hay cambios en el tono de la voz, ni siquiera cuando cita algún testimonio específico. Mientras camino, la voz señala el jardín de rosas, plantadas en honor de las víctimas femeninas.

Photo: Lorie Novak, 2013.

Las sobrevivientes han hablado de un olor a rosas en el recinto, por lo que parecía apropiado nombrar cada una de ellas con el nombre de una mujer que murió allí. Una vez más, la necesidad de individualizar el terror.

Tengo los hechos, pero me resulta difícil relacionarlos con los acontecimientos y con el espacio. La voz no me habla a mí, y encuentro la desconexión entre el tono de la voz y la historia desconcertante. Es como si pudiéramos separar los diferentes momentos, las rutinas y los espacios. Las pausas entre los segmentos también me parecen muy diferentes a las usadas por Matta. Sus silencios estaban llenos de memoria. Su rostro, cuerpo, estado de ánimo, transmitían sus procesos de pensamiento y sus cambios afectivos.

No puedo identificar los silencios del audio—ni siquiera son cinta, sino más bien una nada blanca.

Si el olvido y el silencio están llenos de memoria, llenos de vida, la grabación difícilmente captura algo de eso. Me sentí obediente, pero no comprometida, mientras seguía a la voz por Villa Grimaldi. Fue una experiencia pedagógica; un ejercicio físico en el Nunca Más.

¿Qué me pide este recorrido? La voz me da las gracias por la visita. Explica que Villa Grimaldi es una huella material y simbólica del Terrorismo de Estado de Augusto Pinochet. La explicación establece claramente la práctica criminal vinculada a las políticas económicas neo-liberales. Dice que la visita es una mirada al pasado. Aun así, “esperamos” (dice la voz no identificada) que estimule una reflexión sobre el presente, y un impulso para poner fin a los abusos de los derechos humanos en todo el mundo. Si “yo” estoy interesada en saber más, por favor visite la página web, etc. También me da un número de teléfono.

Llevo los audífonos de vuelta a la oficina y pregunto acerca de la narración del audio. La persona en la recepción me dijo que pensaba que habían elegido a una actriz joven y sin vínculos directos con la violencia del pasado porque querían identificarse con las generaciones más jóvenes. Esto, entonces, ya no se trata de Matta, ni del trauma, ni de la justicia aplazada. Se trata de que la próxima generación entienda su historia. Esto es, entonces, el mismísimo futuro imaginado por Matta en su libro, pero él no es de ninguna manera parte de este nuevo momento post-sobreviviente.

En el 2010, la memoria comienza a ser actualizada, y ahora las líneas de batalla se han trazado de manera distinta. Bachelet sale del gobierno en marzo, debido a la prohibición constitucional de ser reelecta de manera inmediata, Sebastián Piñera, hombre de negocios ligado a la derecha, se convirtió en presidente en el año 2010.

Villa Grimaldi y el Museo de la Memoria pierden casi la mitad del presupuesto para su funcionamiento.

Estuve un rato hablando con la mujer que atendía la oficina para visitantes. Su padre había sido un prisionero en Villa Grimaldi, pero nunca hablaba de su experiencia, a pesar de que ha visitado el recinto/parque/monumento un par de veces. El reposo ofrecido por la domesticación de Villa Grimaldi y por la voz relajada del audio no es tan incompleja como parece. Estos son todavía espacios, presentes y pasados en disputa.